Tobias Franz (SOAS) y Angus McNelly (Universidad de Greenwich)
Un nuevo super ciclo de commodities
Mientras que el mundo sale de las sombras de la pandemia de COVID-19, empiezan a circular entre los corredores del poder y las páginas de la prensa financiera murmullos de un nuevo “super ciclo” de commodities en el mercado internacional. Después de una caída inicial de las commodities al comienzo de la pandemia, gracias a las perspectivas de recuperación, en el mercado global inicia a darse un repunte de la demanda de recursos naturales que ha catapultado el precio de materia prima a niveles nunca vistos.
Dos de las principales razones detrás de esta suba en la demanda son la recuperación de China y el implemento de paquetes de estímulos por gobiernos centrales, incluyendo el Banco Central Europeo y la Junta de Reserva Federal estadounidense. Adicionalmente, respuestas gubernamentales a la pandemia, como cuarentenas locales, sumado a otros factores como el bloque del Canal de Suez, desembocaron en disrupciones temporales a la cadena de comercialización que contribuyó al incremento de los precios de consumo.
Pero posiblemente el factor más importante que contribuye al nuevo super ciclo de commodities, es la transición ecológica: que conlleva dejar atrás una economía basada en los combustibles fósiles por un futuro de bajo consumo de carbono. Los desafíos impuestos por la pandemia del COVID-19 -y sus impactos negativos subyacentes- empujaron a los actores empresariales y financieros globales a reconocer la urgencia de atacar el cambio climático. De repente, gobiernos, inversores y productores se dieron cuenta los problemas que conllevaría un aumento de la temperatura de dos grados centígrados (y cómo impactaría las financias). “La pandemia ha presentado una crisis existencial inmensa”, escribió Larry Fink el director de BlackRock en su carta anual a otros CEOs, “que nos ha llevado a confrontar la amenaza del cambio climático con más fuerza, porque igualmente que la pandemia, va a cambiar nuestras vidas”. Al comienzo de 2021, compañías de combustibles fósiles, incluido Shell, BP, Eni, Equinor, Total y Repsol, hicieron compromisos de emisiones ceros para 2050. La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), por años una ferra defensora de los combustibles fósiles afirmó la urgente necesidad de atacar el cambio climático y mapear un camino carbono neutro para el sector energético. Si debiéramos tomar estos compromisos como valioso es debatible, pero lo que es claro es que, al menos, la retórica en torno al cambio climático ha cambiado.
“Un futuro con bajo uso de carbono, implicaría un uso intensivo de minerales”, afirma el Banco Mundial, “porque las tecnologías para las energías limpias necesitan más materiales que las tecnologías para producir energías basadas en combustibles fósiles”. La transición ecológica necesitaría más baterías de litio y cobre, cobalto y metales extraños para las turbinas eólicas, paneles solares, vehículos eléctricos y otras tecnologías que son el núcleo de una “transición verde”. La “transición verde” moverá la producción de energía de los combustibles fósiles hacia tecnologías solares, eólicas y geotermales. Por lo tanto, la transición a tecnologías verdes simplemente reorganizará el mercado global de commodities. No desafía la lógica extractivista como el medio para utilizar recursos naturales e ignora los impactos negativos para el medio ambiente, sociales, y económicos del modelo extractivista. Dado que mucho de los minerales y metales necesarios para la transición ecológica se encuentran en América Latina, cabe preguntarse ¿cómo significará para la región un nuevo ciclo extractivista super intensivo?
Nuevas fronteras extractivas en América Latina
La pandemia de COVID-19 impactó severamente en América Latina, llevando a la región a su peor crisis económica jamás registrada. La economía caracterizada por ser orientada a las exportaciones y dependiente de recursos naturales de muchos países de la región los dejó expuestos a shocks externos en la economía global. Décadas de austeridad y baja inversión en los servicios públicos e infraestructura resultó en sistemas de salud que no estaban preparados para afrontar la crisis sanitaria de la escala del COVID-19. La informalidad afectó las posibilidades de éxito de las medidas impuestas por los gobiernos, lo que llevó al virus esparcirse ampliamente en las ciudades de la región. El número de personas viviendo en extrema pobreza en la región creció en 8 millones de personas en 2020.
En este contexto, actores internacionales como el Banco Mundial ven al nuevo super ciclo de commodities como una oportunidad, argumentando que “países ricos en minerales… se beneficiaran del alza en la demanda de estos, pero también necesitan gestionar la huella ambiental asociada con el incremento de la activid minera”. Dado las diferentes experiencias de los países de América Latina durante el último boom de commodities, muchos se mantienen escépticos. Mientras que el llamado “consenso de las commodities” entre 2002 y 2013 resultó en índices de crecimiento económico por encima de la media para la mayoría de los países, al mismo tiempo dejó expuesto a los países a las vicisitudes de los mercados globales. Incrementó los conflictos socioambientales entre gobiernos progresistas y las comunidades en zonas de extractivismo, muchos de los cuales son indígenas en lugares como Bolivia, Brasil o Ecuador, e intensificó el daño medioambiental y ecológico traído por procesos extractivistas.
¿Por qué sería diferente este nuevo ciclo? Si quienes manejan la nueva ola de extractivismo son capitales trasnacionales y estados del Norte Global y China, las comunidades que se encuentran en las zonas de extractivismo sufrirán el mismo proceso de desplazamiento y desposesión, como en ciclos anteriores. Si este super ciclo será más diverso en términos de los minerales y metales explotados, la duración y expansión de las fronteras extractivistas serán aún mayor que en periodos anteriores. Incluso, dado que muchos países de América Latina (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, México, Perú, Venezuela, y la lista sigue) son actualmente dependientes de la exportación de hidrocarburos para dinamizar sus economías, diversos sectores de la configuración de las economías actuales perderán su inversión y se verán abandonados. La transición ecológica no será un proceso linear, pero la última fase en el desarrollo del desarrollo capitalista. La transición ecológica aparejará ganadores y perdedores, muchos de los cuáles se encontrarán en América Latina.
En suma, la reconfiguración de la política económica que actualmente gana velocidad en tanto el capital y los estados motores de la acumulación capitalista global (a saber, China y el Norte Atlántico) ponen su atención en afrontar el cambio climático, este tendrá efectos contradictorios en América Latina. Lo que esto significa para la región aún es poco claro, y se necesita prestar mayor a atención a lo que la transición energética va a acarrear para la región en las diferentes escalas relacionadas con la producción global de energía. Para peor o mejor, América Latina sigue siendo un laberinto para pensar lo que las últimas transformaciones del capitalismo global significan para diversas poblaciones alrededor del mundo.
En el blog del Grupo de Trabajo de Geografías Latinoamericanas publicaremos una serie de reflexiones en torno al nuevo super ciclo en América Latina, prestando atención a algunos ejemplos de cómo se está desarrollando actualmente en la región. Estas publicaciones explorarán desde diversos ángulos de qué maneras la transición ecológica y sus geografías extractivistas están transformando los espacios y escalas de la política y la política económica de formas que ya son sentidas por grupos marginalizados. De esta manera, contribuiremos con análisis que aportarán a visualizar las tendencias específicas que se dan en América Latina, para clarificar algunas de las dimensiones que conlleva enfrentar el cambio climático a través del capitalismo verde.
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